Informe EY-Escuela Reina Sofía: El valor de la cultura. El papel de las Artes Escénicas y la Música Clásica en la economía de impacto
El sector cultural de las artes escénicas y la música clásica se prepara para la inversión de impacto y ser atractivo para fondos, mecenas y patrocinadores
- El informe arroja conclusiones relevantes respecto del papel de las artes escénicas y la música clásica en la economía de impacto.
- Dedicar recursos a generar valor social a través de la cultura mediante el patrocinio de impacto es una opción creciente para muchas empresas.
- En este nuevo escenario, resulta clave que las entidades culturales se transformen, profesionalicen y se apoyen en el sector privado.
- Impulsar el triángulo de colaboración (mecenas-patrocinadores, inversores y entidades culturales), junto al papel transversal del sector público, clave para que esta industria logre un papel protagonista.
- Acometer un proceso de consolidación, la inversión en formación de gestión, medir el impacto o innovar en sus formatos, son algunas de las ocho recomendaciones que recoge el informe para seguir potenciando el atractivo del sector para los inversores.
- La industria de la cultura en España genera alrededor del 2,4% del PIB y supone el 3,5% del empleo.
Madrid, 28 de Abril de 2022.- ¿Qué es cultura? Caben múltiples acepciones para este término, pero la cultura es, sin duda, una palanca de primer nivel que sirve para generar valor a largo plazo en distintos ámbitos de la sociedad. Sirve también para reforzar la cohesión social y configurar comunidades más libres e inclusivas, lo que abre el telón a nuevas oportunidades y proyectos en un contexto de capitalismo humanista.
Estas son algunas de las conclusiones del informe El valor de la cultura. El papel de las Artes Escénicas y la Música Clásica en la economía de impacto, realizado conjuntamente por EY y la Escuela Superior de Música Reina Sofía: un documento donde se analiza cómo crear valor social a partir de las distintas iniciativas culturales y cómo las empresas y los inversores pueden participar en estos proyectos. También aborda cómo pueden adaptarse las entidades culturales a los nuevos escenarios.
El informe refleja cómo pueden las distintas manifestaciones culturales formar parte de la “economía de impacto”: aquella que busca el crecimiento y el desarrollo económico, pero, al mismo tiempo, contribuir a solucionar problemas sociales y medioambientales. Este concepto se fundamenta en la unión de la sociedad, las empresas y las instituciones públicas en torno a unos objetivos comunes, alineados con los conocidos como ESG (Environmental, Social & Governance). La economía de impacto busca el progreso del conjunto de la sociedad por medio, no solo del beneficio económico, sino también del social y del medioambiental.
Otro dato que refleja el informe es que si bien hasta hace poco las decisiones de inversión se basaban en el tradicional binomio rentabilidad-riesgo, en la actualidad, éste se ha ampliado hasta encontrarnos ahora ante un trinomio: rentabilidad-riesgo-impacto. Este proceso se ve reflejado en el incremento de los “activos de impacto” que ya se están gestionando, tanto a nivel global (775.000 millones de euros en 2019) como en España: 2.378 millones de euros en 2020. “El especial interés que la cultura despierta como generador de valor a largo plazo pone de relieve su potencial económico. Por ello, creemos que es oportuno incrementar la colaboración público-privada y fomentar las inversiones en este sector, con el papel del sector público como elemento transversal”, señaló en la presentación a los medios de este informe Adriana Moscoso del Prado, directora general de Industrias Culturales, Propiedad Intelectual y Cooperación del Ministerio de Cultura y Deporte.
Para Paloma O'Shea, presidenta fundadora de la Escuela Superior de Música Reina Sofía "El informe subraya el carácter esencial que tiene la cultura, como quedó demostrado durante la pandemia. Además, este trabajo clarifica el papel que puede llegar a jugar la economía de impacto en el desarrollo de las artes escénicas y la música". Julia Sánchez Abeal, CEO de la Escuela Superior de Música Reina Sofía e impulsora de este informe, afirma por su parte: "Confío en que este informe ayude a las entidades culturales a poner en valor la importancia de su contribución a la sociedad y les permita avanzar en el camino de la sostenibilidad y el crecimiento".
En el contexto del capitalismo humanista hacia el que nos encaminamos, compañías, fondos, bancos o financiadores ponen cada vez más el foco en financiar proyectos que generan un impacto social. Por ello, los proyectos culturales y, en concreto, los de las artes escénicas y la música clásica, tienen una oportunidad de ser más sostenibles y poner en valor su contribución a la sociedad según refleja el informe.
En esta misma línea se muestra Federico Linares, presidente de EY en España, quien subraya que “en el nuevo capitalismo humanista, en el que las empresas comprometidas apuestan por la creación de valor social, la cultura es una palanca excepcional que nos conecta con la excelencia, con el talento y con el progreso. Y las iniciativas culturales son un excelente vehículo de cohesión social y de apoyo a colectivos vulnerables. En este contexto, las empresas tenemos mucho que aportar, con un gran potencial para impactar donde realmente es necesario”.
La cultura, motor económico y social
La cultura, además de contribuir económicamente a la economía (en 2019 supuso el 2,4% del PIB y el 3,5% del empleo en España), tiene un indudable impacto social. Si nos ceñimos a lo que analiza el informe, las artes escénicas y la música clásica, se observa cómo contribuyen de forma transversal a los conocidos como objetivos ODS (Objetivos de Desarrollo Sostenible). El informe detalla en profundidad los cinco impactos del sector que contribuyen al desarrollo del individuo y de la sociedad: mejora de la calidad de la educación, mejora de la empleabilidad, mejora del bienestar y calidad de vida, mejora de la inclusividad y mejora de la felicidad personal del ciudadano.
Un hecho que pone de manifiesto el informe es la atomización del sector cultural español, lo que lo hace vulnerable en épocas de crisis. En 2019 España tenía 127.581 entidades dedicadas al sector cultural, un 4% más que en 2018: más del 92% conformado por personas físicas, sociedades anónimas o sociedades de responsabilidad limitada. El 67,6% son empresas sin asalariados, el 26,1% de pequeño tamaño, de 1 a 5 trabajadores, el 5,7% tienen de 6 a 49 asalariados y el 0,5% restante son empresas de mayor tamaño, de 50 asalariados en adelante. Además, estas empresas se concentran en las comunidades autónomas de Andalucía, 13,4%, Cataluña, 19,9%, Comunitat Valenciana, 9,9% y en la Comunidad de Madrid, 21,6%.
La contribución al PIB de esta industria estaba en 2019 en torno al 2,4%, porcentaje que se ha reducido tras la crisis de la Covid-19. Según el anuario de estadísticas culturales, en 2020 el gasto medio por hogar vinculado a la cultura fue de 556,4 euros y el gasto medio por persona se situó en los 223,6. Entre las componentes más significativas del gasto cultural analizado están: el libro (15,7%), las publicaciones periódicas (4,9%), los equipos de imagen y sonido (9,3%), los espectáculos -cines, teatros y otros- (4,7%) y los servicios de móviles y relacionados con internet (21%). El comportamiento evolutivo más desfavorable se ha registrado en los espectáculos, cuyo peso relativo se ha reducido a la tercera parte en el año 2020 por el impacto de la pandemia.
Como se manifiesta en el informe, en la actualidad asistimos a un despertar del sector de las artes escénicas y la música clásica, a tenor del creciente interés por parte de los empresarios. Existen similitudes con lo vivido en los sectores de la sanidad y la educación hace unos años, cuando se abrieron a una mayor colaboración público-privada. Y es que resulta determinante establecer un esquema de colaboración triangular entre mecenas, patrocinadores, inversores y entidades culturales, que genere una dinámica de crecimiento e impacto y que cuente con el apoyo del sector público como elemento transversal e impulsor de valor social.
En este sentido, “las entidades culturales pueden aprovechar en este momento la gran oportunidad para dinamizar esta industria y para reactivar nuevas oportunidades de inversión, a través del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia”, recuerda Federico Linares. Para dicho plan se destinarán 350 millones de euros en los tres próximos años, que deberán cumplir el objetivo de revalorizar la industria cultural.
Atraer inversores de impacto
¿Cómo activar el potencial de las entidades culturales? “Resulta esencial en este propósito la integración del sector con la educación, la consolidación de pequeños players y la creación de espectáculos culturales con formatos innovadores”, resalta Cecilia de la Hoz, socia de Strategy and Transactions de EY. El documento refleja que las artes escénicas y la música clásica tienen una gran oportunidad para reforzar su carácter estratégico, tener modelos de negocio más sostenibles y captar más financiación en el nuevo paradigma de economía de impacto. “Si bien se requiere un plan estratégico de acción que alinee a todos los agentes del sector con este propósito, lo que a buen seguro contribuirá a abrir el apetito inversor a nuevos campos para la inversión de impacto”, apunta de la Hoz.
El informe de EY-Escuela Reina Sofía enumera, asimismo, ocho recomendaciones para que las entidades culturales puedan seguir activando su potencial:
- Cambio de mentalidad hacia el sector privado empresarial.
- Diversificación de las fuentes de financiación.
- Formación de los profesionales en áreas de gestión, competencias digitales y captación de fondos.
- Innovación en el desarrollo de producto para incorporar la experiencia.
- Innovación en comunicación y apalancamiento en redes sociales.
- Incorporación de la contabilidad analítica en la gestión de proyectos.
- Identificación de métricas del impacto: incorporar 'data analytics' y unir el análisis con sistemas de gestión interna.
- Realización de un plan estratégico que les enfoque a un crecimiento de actividad creativa y a la rentabilidad total (financiera, social y ambiental).
Además, las entidades culturales pueden atraer inversores de impacto si consiguen encontrar modelos de negocio sostenibles, así como medir y explicar el impacto social que generan. El informe muestra varios ejemplos internacionales, como la inversión de Nesta en el Birmingham Royal Ballet o la de Concord en Techstars. También los hay en España, como es el caso de Fever o el nuevo fondo de arranque promovido por Fundacion Carasso y Ship2B.
De la capacidad de impulsar el triángulo de colaboración (mecenas-patrocinadores, inversores-entidades culturales), así como del importante papel transversal de los organismos públicos, depende que el sector adquiera un lugar protagonista, una ya esté completamente levantado el telón de la economía de impacto.